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Editorial

Sensibles

El ciclo de negocios se puede resumir en 2 pasos: se detecta una oportunidad, se explota una oportunidad. De ahí que haya empresas/organismos oportunas, que crecen y florecen, e inoportunas, que se contraen y perecen.

Podría concluirse que los directivos y emprendedores más exitosos son aquellos que saben identificar e interpretar las señales apropiadas y hacen síntesis de dónde se encuentran las oportunidades, de cómo cambian a través del tiempo y de cuánto duran. Es como si fueran sensores móviles que se desplazan por el mundo recogiendo estímulos que se convierten potencialmente en señales.

La contraparte de las señales es la sensibilidad para verlas. Y a partir de ahí se pudiera abrir la discusión sobre la sensibilidad individual y sensibilidad organizacional.

Respecto a la sensibilidad individual, se pudiera argumentar que las personas tenemos más de cinco sentidos; de ahí la intuición, las emociones o la sensación de que algo o alguien tiene buena o mala “vibra”. De hecho es este sistema intuitivo y automático que realmente rige nuestra vida y la de una organización.

Los procesos de estrategia tienden a ser más intuitivos que racionales, más de síntesis que de análisis, más caóticos que ordenados. Hay personas que de manera natural parecen interpretar el espíritu de los tiempos y toman decisiones en ese sentido.

Está sobrestimada la dimensión racional y gracias a nuevos avances en neurociencia podemos confirmar que los humanos estamos lejos de ser racionales y somos propensos a sesgos de juicio:

* Nuestro auto-concepto es producto de un proceso inconsciente que amalgama datos con ilusiones, que exagera nuestras fortalezas, minimiza debilidades y crea distorsiones, que engrandece lo que nos gusta y minimiza lo que no nos gusta. (Wilson 2011)

* Nos creemos más generosos y competentes de lo que realmente somos. (Gorski, Rangel)

* Cuando hay carga emocional, no hay objetividad; el cerebro automáticamente incluye nuestros sueños y deseos. (Drew Western, 2004)

* Los directivos de una compañía se auto-congratulan cuando las cosas salen bien, pero insisten en los factores externos cuando las cosas salen mal. (Clapham & Schwenk, 2009)

Respecto a la sensibilidad organizacional, falta mucho para que se institucionalice la sensibilidad hacia el entorno y para que de manera sistemática la empresa se vaya adaptando a los cambios y así no perder vigencia.

Entre los sensores institucionales pudieran estar las experiencias directas de los vendedores, el personal del call center y los que hacen la entrega del producto o servicio. También se encuentran los mecanismos evaluatorios post-transacción que deberían de funcionar como retroalimentación al sistema. Más recientemente, los análisis de datos de las transacciones y nuevas herramientas como big data han demostrado ser de gran valor para detectar patrones y tendencias.

Pero estos sensores institucionales, infelizmente, terminan trastocados, erráticos, y desasociados del mercado. Lejos de descubrir movimientos en el eco-sistema en el que se desenvuelven, acaban siendo utilizados como una forma de validación y justificación de lo que ya se está haciendo o simplemente se subordina este tipo de información. Estas formas “oficiales” de validación acaban desensibilizando a la organización, por lo que acaba ensimismada y desincronizada del entorno.

Una empresa, como cualquier otro organismo, tiene el mandato de desplazarse para crecer, adaptarse y reproducirse. Entre mejor detecte las variables de su entorno y sepa elegir entre la infinidad de posibilidades de gestión, mayor probabilidad tendrá de sobrevivir y desarrollarse.

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