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Editorial

La venganza como motor

Una de las frases favoritas del Presidente López Obrador es que él no es rencoroso. Como todo buen político (aunque él odie que lo comparemos con otros) lo que niegan con mayor énfasis en su discurso es lo que están maquinando con mayor ahínco. Andrés Manuel no olvida el 2006; lo tare a colación cada vez que se enoja, cuando lo increpan, cuando le piden cuentas. Hasta ahora ha incapaz de hacer una revisión crítica de aquellos años y reconocer que la derrota tuvo más que ver con sus propios errores en campaña que con el desafuero, que fue en realidad fue el grave error de sus adversarios que al victimizarlo lo pusieron en los cuernos de la luna. Es incapaz de reconocer que el origen del video de las ligas no es el complot de sus adversarios para difundirlo (que sin duda lo hubo) sino la avaricia y falta de ética de sus colaboradores, particularmente del René Bejarano, hoy de regreso al poder gracias a la lealtad presidencial.

Todos los “enemigos” de aquellos años han ido cayendo uno a uno en procesos judiciales selectivos cuando no amañados. La indefendible Rosario Robles está en la cárcel no por porque se le haya probado los desvíos en la “Estafa Maestra” sino por un exceso del “juez sobrino”; A Carlos Humada lo retuvieron solo para recordarle que es persona non grata. Juan Collado y Diego Fernández de Cevallos, dos abogados que estuvieron detrás de la filtración y que ha cruzado el charco chapoteado en el lodazal, han sido acusados más con filtraciones que con pruebas y procesos legales. A Eduardo Medina Mora, en aquellos años director del Cisen que como hemos dicho el error inicial fue empecinamiento de Peña Nieto de hacerlo Ministro de la Corte, lo presionaron con el congelamiento de sus cuentas, las de sus hermanos y de las empresas de todos ellos para forzarlo a la renuncia y una vez consumada le dijeron “disculpe” (Mario Maldonado, “Así ahorcaron a Medina Mora” El Universal 10 de octubre).

Si algo no pude ser la justicia es selectiva. Cuando la inteligencia financiera se usa no para combatir al crimen organizado sino para chantajear enemigos políticos el derrotero es la guillotina de la revolución francesa. Eso no es justicia, es venganza. Venganza vil y vulgar, como la practicaban esos políticos a los que Andrés Manuel dice ser diferente.

El poder envilece, no a fulano o mengano, a tal o cual Presidente, envilece al ser humano y se manifiesta de múltiple maneras, desde la más común que es la incapacidad de escuchar opiniones divergentes hasta las más terrible que es la venganza y más aún convertir a ésta en el alimento del poder, en el motor del Gobierno cuando las cosas no salen bien.

Por ahí no es el cambio.

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