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Editorial

Más multimillonarios

El presidente López Obrador ha llamado en varias ocasiones a Carlos Salinas de Gortari “el padre de la desigualdad moderna”. El 21 de enero declaró: “En el sexenio en que más crecen las diferencias, se ahondan las diferencias, es en el sexenio de Salinas, al grado de que cuando llega Salinas aparecía en la revista Forbes, especializada en finanzas, solo un multimillonario en la lista de los hombres más ricos del mundo, una familia, la familia Garza Sada. Al término del sexenio de Salinas ya aparecían 24 en la lista de los hombres más ricos del mundo. De ese tamaño fue la transferencia de recursos por la entrega de bienes nacionales a particulares. Por eso yo llamó a Salinas el padre de la desigualdad moderna.”

         El diagnóstico, sin embargo, está equivocado. No he podido verificar que en 1988 haya habido, efectivamente, solo una familia mexicana en la lista de Forbes y para 1994 el número haya subido a 24, pero la información no parece correcta. Lo que sí es cierto es que el número de multimillonarios mexicanos hoy en Forbes es de apenas 17. Aun si el presidente tuviera razón, el aumento sería probablemente resultado de una mayor transparencia por la colocación en bolsa de las acciones de empresas familiares.

         Las listas de Forbes, sin embargo, no miden la desigualdad. El índice de concentración de Gini (creado por el italiano Corrado Gini) es el indicador más certero. La igualdad perfecta, cuando todos tienen exactamente lo mismo, equivale a 0 y la desigualdad total, cuando una sola persona concentra todo, es 1. La información disponible sugiere que las variaciones tienen que ver con los vaivenes de la economía y no con las acciones del villano favorito o las políticas liberales.

         El Banco Mundial publica registros del índice Gini para México desde 1984, en el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando estaba en 48.9. La desigualdad aumentó a 50.3 en 1994, al final del sexenio de Salinas, pero después cayó fuertemente a 48.2 en 1996. No bajó entonces porque Ernesto Zedillo haya abandonado las políticas liberales y privatizadoras, sino porque la crisis de 1995 aumentó la pobreza y redujo -sí, redujo-la desigualdad.

         Cuando se reanudó el crecimiento, la desigualdad volvió a crecer hasta alcanzar un máximo de 51.4 en el 2000; bajó entonces a 44.6 en 2008, repuntó a 45.8 en 2014 y bajó drásticamente a 43.4 en 2016, mucho menos que al concluir el sexenio de Salinas,

         Muchos factores inciden en la desigualdad. Pese a lo que muchos piensan, cuando crece la economía baja la pobreza, pero aumenta la desigualdad. Lo ha señalado Angus Deaton, Premio Nobel de economía, en su clásico The Great Escape: “La desigualdad es con frecuencia una consecuencia del progreso.” Por eso no sorprende que en México la desigualdad haya sido relativamente baja en 1984, en la década perdida, y haya vuelto a descender tras la crisis de 1995. Los bajos niveles de desigualdad de los últimos años, y en particular de 2016, pueden ser en parte consecuencia del bajo crecimiento, aunque quizá también de la aplicación de los hoy tan vilipendiados programas sociales de la etapa liberal, como Solidaridad, Progresa y Prospera.

         El número de ricos de Forbes no tiene nada que ver con la desigualdad. México solo tiene 17 en la lista, muy abajo de los 607 de Estados Unidos, 324 de China, 114 de Alemania, 106 de la India, 98 de Rusia, 58 de Brasil, 41 de Francia o 33 de la igualitaria Suecia. Para crecer y bajar la pobreza, que importa más que la desigualdad, nos convendría tener más multimillonarios.

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