Isaac Castillo Pineda
La celebración del Día de Muertos se vivió con intensidad en Zihuatanejo, y uno de los panteones más vibrantes fue el de Agua de Correa. Cientos de personas se reunieron para honrar a sus seres queridos en una jornada llena de color y tradición.
Desde temprano, el campo santo se llenó de visitantes que, armados con escobas, cubetas y flores, limpiaron y decoraron las tumbas, cubriéndolas de vida y recuerdos.
El aroma a incienso flotaba en el aire, impregnando el ambiente y mezclándose con el inconfundible olor de la flor de cempasúchil, que tiñó el lugar de un radiante color amarillo.
Este detalle, tan característico de la festividad, embelleció las tumbas y honró a quienes descansan allí.
Los altares, meticulosamente adornados, destacaron por incluir los objetos favoritos de los difuntos: botellas de tequila, puros, frutas, té, y hasta la famosa Yoli, una bebida indispensable en los altares de la región.
No solo es recordar, sino convivir con las memorias de aquellos que partieron, en una conexión simbólica que se fortalece cada año entre los vivos y los muertos, mantener viva esta tradición milenaria es crucial.
La fiesta entre los vivos y los muertos es inigualable, y esta celebración en Agua de Correa es una prueba de que el amor y el recuerdo trascienden el tiempo.