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AUSTERIDAD

EDVIN LÓPEZ ORTEGA

            Años atrás tuve la oportunidad de viajar, como parte de un curso de Historia, a la ciudad de Copán, en Honduras. En dicho lugar se encuentra una zona arqueológica con vestigios de la cultura Maya, que tuvo presencia en parte de México y Centro América.

            Uno de los datos que llamó mi atención fue saber que cuando llegaba un nuevo gobernante, trataba de destruir las principales construcciones del gobernante anterior, y en algunos casos edificar sobre las mismas, con el fin de borrar el recuerdo de sus antecesores.

            Era una costumbre muy común de la época. Regresando a nuestros días, nos encontramos con una situación que guarda mucha similitud con gobernantes que vivieron en siglos muy lejanos.

            Basta con hacer un recorrido por nuestras ciudades, y vemos como proyectos de infraestructura de otros gobiernos, se quedan en el olvido, o son derribados para colocar la marca del gobierno en turno.

            No podemos tapar el sol con un dedo, ante una realidad que por generaciones socava la economía del pueblo, y en muchos casos compromete, incluso los ingresos futuros.

            No se puede pregonar a los cuatro vientos una “austeridad” teórica, que en la práctica se convierte en algo totalmente diferente. Parece que nuestras definiciones de “austeridad” distan mucho de las de los políticos que ostentan el poder. Tal vez, utilizando una frase de moda, ellos “tengan otros datos”, en cuanto a lo que significa la “austeridad”.

            Y es que mientras ellos, disfrutan de abundancia sin limitaciones, los ciudadanos de a pie, seguimos sufriendo las carencias de siempre. Falta de empleo, o en todo caso empleos mal pagados, servicios de salud ineficientes, servicios públicos nefastos, inseguridad y violencia sin control, que nos hacen vivir prisioneros en nuestra propia localidad.

            El objetivo de todo gobierno debe ser servir al pueblo, y no servirse de él. Teniendo como prioridad, proveer, por lo menos, de las condiciones mínimas de bienestar para sobrevivir en un mundo cada vez más complicado. Un mundo en donde, los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres.

            Un mundo de completa desigualdad de oportunidades, en donde prevalece el que tiene más influencia, en detrimento del que tiene más preparación y más capacidad.

            No podemos tener una austeridad injusta, que afecta a la mayoría, pero sigue beneficiando a los grupos de poder que siguen pisoteando a los que se levantan al salir el sol y siguen trabajando aun cuando la luz del día se extingue, para poder llevar únicamente, lo mínimo para que sus familias sobrevivan.

            Solo cuando los políticos se ocupen de las verdaderas y urgentes necesidades del pueblo, con responsabilidad y equidad, podremos disminuir, aunque en mínima parte, la brecha que nos separa como seres humanos.

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