EDITORIAL

Es la BOA: la nueva teoría del ‘compló’ de AMLO

Si solamente se tratara de un chiste el asunto quedaría en la anécdota y no debería prestársele mayor atención. Pero todo hace indicar que no es así y que más bien se trata de un intento –burdo, sin duda, pero intento al fin– para justificar la toma de decisiones antidemocráticas.

Nos referimos, desde luego, al Boagate, el más reciente “descubrimiento” del Gobierno de la República en relación con la existencia de adversarios suyos que buscarían organizarse para desplazar al partido en el poder de la posición que actualmente ocupa
 ¡por medios democráticos!

Preocupa, por supuesto, que sea el propio Presidente de la República quien de a conocer la existencia de un documento, presuntamente “confidencial”, llegado a Palacio Nacional en circunstancias enigmáticas, en el cual se contendría un plan para agrupar a las fuerzas de oposición en el País y aprovechar los errores cometidos por la actual administración.

Las razones para preocuparse son diversas:

En primer lugar, incluso asumiendo que el documento fuera auténtico, todo lo que allí se plantea forma parte de los mecanismos de la democracia, por más que algunos pudieran parecernos poco deseables, como el hecho de que partidos con ideologías antagónicas se unan para ir juntos a las urnas.

Pero es que incluso eso no sería ninguna novedad, pues se trata exactamente de la misma fórmula usada por López Obrador para llegar al poder: reunió en una alianza a su partido, Morena, postulante de una ideología de izquierda, con el ultraconservador Encuentro Social.

En segundo lugar llama a preocupación el hecho de que se trata de un documento en el cual se reúnen, coincidentemente, a todos los individuos, organizaciones e instituciones, públicas y privadas, a las que el Presidente ha identificado como “adversarios”, lo cual constituye una recreación milimétrica de lo que en sociología se conoce como “profecía autocumplida”.

Durante meses, el Presidente ha “advertido” a sus seguidores de la existencia de “intereses oscuros” que buscan debilitar su movimiento para regresar al período de los privilegios y de la corrupción. La “aparición” del documento en el cual se detallan las intenciones del “BOA” constituiría la prueba incontestable de que las advertencias presidenciales eran ciertas.

Para beneficio colectivo, el intento se montó de una manera tan burda que no parece tener posibilidades de éxito. Pero frente a esta circunstancia resulta obligado preguntarse por qué el Presidente de la República se atrevió a ser él mismo el portador del mensaje.

Una probable respuesta a dicha interrogante es que sólo él tiene –todavía– el capital político suficiente para lanzar al aire un anzuelo de este calibre y que una parte del público muerda la carnada.

En cualquier caso parece que se trata de un acto de extrema irresponsabilidad que debería conducir a cuestionar, con la mayor severidad, el compromiso democrático de un gobierno que hoy existe justamente porque en México el poder se renueva por medios democráticos.

ESTRICTAMENT PERSONAL

López Obrador el conservador 

Raymundo Riva Palacio

¿Qué es ser un conservador? En el contexto del presidente Andrés Manuel López Obrador, es el que lucha contra los liberales, pero no hoy, sino en el Siglo XIX, donde se identificaban como los primeros como un grupo encabezado por el general Félix María Zuloaga, que apoyó el Plan de Tacubaya para desconocer la Constitución de 1857 y poder ser nombrado Presidente, como sucedió durante casi todo 1858. Los segundos tenían como líder a Benito Juárez, defensor del orden constitucional, y que al ser desconocido el presidente Ignacio Comonfort por los golpistas, debía haber asumido la Presidencia, lo que no sucedió. Fueron los años de la Guerra de Reforma, que partieron al país. 

López Obrador se asume como liberal, y quienes se oponen a su gobierno son conservadores. Así, sin matices. Los buenos y los malos en su interpretación de la Historia, acomodada para él. Los conservadores, que defienden los valores tradicionales de la sociedad, que son contrarios a los cambios políticos, económicos y sociales, suelen ser considerados de derecha. Los liberales son progresistas, favorecen el liberalismo económico –que se opone a la intervención del Estado en la economía-, defienden las libertades individuales y los valores republicanos. Un conservador buscar preservar las cosas; un liberal, cambiarlas. López Obrador usa las acepciones a discreción.

Si los conservadores suelen identificarse en la geometría política como a la derecha, los liberales los ubican en la izquierda. Las dos ideologías revolotean en torno a los derechos de los individuos vis-a-vis el papel del gobierno. Los conservadores se inclinan por colocar los derechos individuales y las libertades civiles como lo más importante en la organización de una sociedad, donde el papel del gobierno es minimizado. Los liberales creen que el gobierno debe expandir su papel para beneficiar a la sociedad. Bajo este parámetro, se podría argumentar que López Obrador, en efecto, es liberal. 

Un conservador piensa que debe haber impuestos más bajos, tener el mínimo de regulación en los mercados, manejar un presupuesto balanceado y reducir el gasto del gobierno. Los liberales, como creen en la equidad en el ingreso, buscan incrementar los impuestos para los que más ganen, endurecer las regulaciones a los mercados, y que los gobiernos gasten en programas sociales e infraestructura. López Obrador no quiere más impuestos, ni intervenir en los mercados, presume un presupuesto balanceado y una macroeconomía con fundamentos sólidos –que le reconocen los que llama “neoliberales”-, y dice que nunca es suficiente para reducir el gasto del gobierno, al que llama “la austeridad republicana”. Cree en la equidad del ingreso, pero no emplea política públicas para ello –su teoría, aunque no se de cuenta es dejar hacer, dejar pasar (laissez faire, laissez passer), como lo hace la derecha-, y gasta en programas sociales asistenciales –como la derecha-, sin invertir en infraestructura –como los liberales- salvo en sus proyectos personales.

Los conservadores son permisivos en cuestiones ambientales, a diferencia de los liberales, a quienes les interesa no dañar el medio ambiente. Los conservadores están contra el aborto, mientras los liberales están a favor. Tampoco son proclives los conservadores al matrimonio entre personas del mismo sexo, como sí lo son los liberales. En materia educativa, los liberales buscan una educación gratuita masiva, mientras que los conservadores prefieren darle recursos directos a los padres de familia, para que decidan ellos en dónde quieren educar a sus hijos. En esta agenda social, con algunas inclinaciones a la izquierda de López Obrador en cuanto a la educación pública gratuita, en el resto de los principales puntos, es conservador. Como jefe de gobierno de la Ciudad de México, se alió con la Iglesia Católica para bloquear la despenalización del aborto y los incipientes esfuerzos para los matrimonios del mismo sexo, y es un abocado de las energías sucias.

¿Es López Obrador conservador? Si uno lo revisa objetivamente, sí lo es, y se encuentra alejado de un pensamiento liberal. López Obrador es visto en México y en el mundo como un populista de izquierda, porque utiliza la retórica de los populistas exaltando el nacionalismo, hablando todo el tiempo del pueblo –a quien dice pertenecerle- y en contra de los poderes establecidos –el establishment-, y  los pobres siempre están en su narrativa. Sin embargo, tomar el lado de los pobres no hace a nadie automáticamente de izquierda. Su abordaje al sector más desprotegido ha sido mediante transferencias directas de dinero –propuestas originalmente por Milton Friedman, el padre del neoliberalismo-, que no resuelven sus problemas de pobreza estructural, y apenas sirven de paliativo. 

Su agenda pública es contraria a la agenda de la izquierda en materia fiscal o ambiental, o para salvaguardar las libertades y fortalecer la democracia. Prefiere gobernar verticalmente, que hacerlo en un sistema de pesos y contrapesos. En este sentido, no se puede trazar una analogía con liberales o conservadores, sino con los autócratas, que respiran en ambas ideologías. Es un defensor de los valores tradicionales, pero cojea todo el tiempo en los valores universales. En este sentido es un conservador puro, que mantiene las viejas creencias y doctrinas, sin ser innovador ni revolucionario. 

Y sin embargo, el discurso de liberales contra conservadores le ha funcionado muy bien para establecer campos de batalla política que ahora lleva, parafraseando un libro fundamental escrito por Carlos Tello y Rolando Cordera, a la disputa por la nación. La narrativa de López Obrador es altamente eficiente, colocándose en el lado de los liberales sin serlo, y ubicando como conservadores a muchos que en realidad son liberales. Pero qué importa en este país, donde las ideologías son líquidas, cuando no vacuas, y los debates no son programáticos sino electorales. Somos un país cortoplacista y miradas estrechas, llevado por López Obrador a pensarlo bajo el prisma de hace 163 años. 

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

¿Quién está detrás de los anarquistas provocadores?

Jorge Zepeda Patterson

El perro es bravo y encima le patean la reja, dice el refrán. Cada vez se advierten más señales de que la crispación que vive el país va en camino a transformarse en algo más preocupante. Una crispación que en parte es natural, considerando que dos visiones opuestas se disputan la hegemonía (el Gobierno de AMLO, por un lado, y el estatus quo, por llamarlo de alguna manera, por el otro). Que los mexicanos estemos divididos es explicable e incluso válido: el México de los pobres tan largamente ignorado intenta cambiar las cosas, encabezado por un líder excéntrico y rijoso (también por llamarlo de alguna manera). Que el otro México, el beneficiado por el modelo anterior, cuestione los términos y los alcances de los cambios propuestos, también es natural. Que  los ánimos estén caldeados como resultado de esta confrontación no debe sorprender a nadie. El perro está bravo, y eso se entiende (y ojo, con esta referencia canina no describo a ninguna de las dos partes, sino al ambiente resultante); lo que no se entiende es quién y por qué está pateando la reja para intensificar la rabia.

¿O de veras creemos que los enfurecidos comandos anarquistas que aparecen en las manifestaciones son un producto espontáneo? ¿Qué la discriminación a las mujeres o al asesinato de George Floyd en Minneapolis les provoca tal indignación que están dispuestos a romperse la cara contra granaderos? ¿Qué la enjundiosa y deliberada destrucción de negocios y mobiliario urbano es resultado de la represión policiaca?

En esta polarización no hay inocentes. Basta ver las últimas noticias para anticipar lo que nos espera. La policía municipal de Ixtlahuacán detiene a Giovanni López por no usar el cubrebocas y, todo indica, lo asesina. Literalmente le cargan el muertito al Gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, quien si bien es cierto no se ha caracterizado por su mano blanda, también es cierto que no era el responsable directo del desaguisado. La protesta en contra del Gobierno estatal y los desmanes resultantes, a su vez, son utilizados por el Gobernador para decir que fueron orquestados por Morena y culpar a López Obrador de acoso político. No es un secreto que Alfaro busca convertirse en líder de facto de la resistencia en contra del Gobierno federal, con miras a una posible candidatura presidencial en 2024. Pero las reacciones en redes sociales lo obligaron a difundir una suerte de disculpa y deslindó al Presidente. AMLO no aceptó la rectificación y lo encaró a asumir sus dichos y demostrarlos. Al día siguiente siete gobernadores de oposición cerraron filas en torno a Alfaro. Tampoco es casual: harán lo imposible por evitar el triunfo de Morena en las elecciones intermedias del año que entra, cuando se cambian los congresos estatales y varias de las gubernaturas. De aquí en adelante apoyarán todo lo que suponga un desgaste del partido en el poder. En resumen, la brutalidad de dos psicópatas vestidos de policías municipales se convirtió en 72 horas en una telenovela política que bien podría llevar por nombre “llevando agua a tu molino”. Redes sociales, espacios supuestamente informativos, columnas de opinión terminaron convirtiéndose en una arena de batalla en el que las descalificaciones y la información distorsionada sustituyó a los hechos puntuales.

¿El impacto ambiental del Tren Maya justifica detener su construcción? Imposible saberlo a estas alturas; toda nota periodística y cada dictamen técnico parecen estar contaminados de un virus partisano. A los que antes no les importaban las objeciones ambientales en la construcción de un aeropuerto en el lago de Texcoco hoy son conversos de Greenpeace; y viceversa, a los que les provocaba insomnio el daño a las aves lacustres y el hundimiento del valle, no encuentran problema en el percance a selvas y manglares en nombre del desarrollo de la Península.

¿Es un acierto o un desacierto la estrategia de López-Gatell contra la pandemia? ¿Cómo saberlo cuando los diarios nos escandalizan con una cifra de muertos récord ocultando el hecho de que sumaba varios días? Y, del otro lado, ¿cómo tomar en serio el señalamiento del Presidente que pone de ejemplo la estrategia seguida por México, a partir de estadísticas que el propio López-Gatell acepta que son inexactas?

¿Cómo entender lo que está pasando cuando intelectuales como Héctor Aguilar Camín recurren a epítetos como “pendejo y petulante” para referirse al Presidente o, del otro lado, la Secretaria de la Función Pública se burla de los artistas preocupados por los recortes con un “serénense”? Hemos dejado atrás los argumentos para centrarnos en la descalificación, hemos sustituido cualquier intento de análisis de la realidad para remitirnos a extraer el dato que apuntala nuestra posición, seguida de un adjetivo descalificativo hacia el rival.

La verdad ha sido la principal víctima de esta polarización y, en esa medida, la comunidad y su incapacidad para saber lo que está pasando realmente y poder hacerse de una opinión sensata. Pero las cosas podrían ir a peor. Hay manos interesadas en quemar intencionalmente la pradera mientras todos nosotros (redes sociales, periodistas, medios de comunicación, actores políticos, Presidencia), les estamos ofreciendo la leña seca y la gasolina ideal para sus propósitos. ¿Quién está detrás de los anarquistas desestabilizadores? Habrá que hacer las investigaciones correspondiente sin sesgos partidistas. Lo que está claro es que, sin desearlo, les estamos ayudando.

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