(Misael
Tamayo Hernández, in memóriam)
Aunque Guerrero todavía está en la fase 1 de la epidemia
por el coronavirus del Wuhan, el gobierno de Acapulco ya decretó el lockdown
del puerto; es decir, el cierre de todos los negocios que impliquen
aglomeración de gente, como bares, discotecas y cines.
Sin embargo, no hay un tiempo límite para esta medida,
sólo se dice “hasta nuevo aviso”.
¿Qué significa esto? Desempleo. Pobreza. Aumento de la
criminalidad.
Veamos los números que presentó ayer el presidente
de la Comisión de Desarrollo Económico del Congreso de Guerrero, Arturo López
Sugía, quien dijo en entrevista que de aproximadamente 1 millón y medio de la
población ocupada en el estado, más de medio millón son trabajadores por cuenta
propia, más de 161 mil viven de propinas y 62 mil 544 son empleadores, “y menos
de la mitad son asalariados; hablamos de unas 709 mil personas, de las cuales
la mayor parte están en Acapulco”, donde ya el Ayuntamiento ordenó el cierre de
negocios, sin tomar en cuenta para nada a los empresarios.
Y todo por 3 casos de coronavirus detectados, de los
cuales no se conocen mayores detalles, más que del primero, que es una
ciudadana argentina que estuvo previamente en la Ciudad de México, y que una
vez en el puerto comenzó a presentar los síntomas de la enfermedad, y por lo cual
fue cuarentenada en su hotel. Tan tan.
¿Quiénes son los otros dos? ¿Cómo contrajeron la
enfermedad? ¿Tienen relación con el primer caso? ¿Cuál ha sido su rango de
movilización en el puerto? ¿Cuáles son los “casos sospechosos” y dónde están?
Creo sinceramente que nos estamos ahogando en un vaso de
agua, y que la presión internacional y local es de tal modo tan agresiva y
golpeadora, que el gobierno federal y los gobiernos locales se están
apresurando a tomar medidas que todavía no corresponden a la fase que estamos
cursando.
Apenas este jueves, de manera amenazante, la Organización
Mundial de la Salud instó a todas las naciones a decretar cuarentenas
generales. Esto implica cierre de puertos, aeropuertos y fronteras. Pero, ¿con
qué bases? Porque ciertamente se habla del mismo virus, pero los países son
distintos. El caso de Italia no necesariamente se debe replicar en todos lados,
sino analizarse por separado.
El protocolo epidemiológico dicta otra cosa. Las
epidemias se manifiestan por fases, y los expertos afirman que seguimos en la
Fase 1, donde sólo se tienen brotes individuales y familiares. Ni siquiera
podemos hablar de brotes comunitarios.
Por lo tanto, cerrar en este momento el país, cuando
tenemos hasta la noche del miércoles 118 casos y solamente un muerto -contra
los cerca de 269 por influenza de diciembre a la fecha y 5,127 contagiados-
sería como hacernos el harakiri.
Si -como quieren los enemigos de México, que están dentro
y fuera de nuestras fronteras-, la economía se paraliza, nadie podrá
resistirlo, ni siquiera los grandes consorcios, pues se estiman 20 semanas
críticas y 2 años de fuerte prevalencia del virus en el mundo.
Tan sólo en Acapulco hay 40 mil negocios afectados por el
cierre parcial decretado por el gobierno municipal, que además carece de
opciones para apoyarlos en el pago de nóminas y servicios.
Es obvio que medición del impacto por este padecimiento
va más allá, porque la crisis del coronavirus es ante todo una amenaza para la
salud pública, pero también es, y cada vez más, una amenaza económica.
Por lo tanto, hoy más que nunca se demanda de las
autoridades locales que actúen en coordinación con el gobierno federal, y que
eviten tomar decisiones que a la larga resultarán contraproducentes.
Por ejemplo, se sabe que el virus es potencialmente
agresivo contra los inmunodeprimidos, y eso tiene que ver con la alimentación.
Y nadie ignora que amplios sectores sociales, incluso los que viven del
turismo, perciben sueldos tan raquíticos que no les alcanza para una canasta básica
completa. Por lo tanto, ya de por sí están malnutridos, como para además
quitarles el sustento.
Mucho ojo con esto. Lo que deben hacer los gobiernos
locales es invertir en este momento en la infraestructura sanitaria, porque la
verdad que está en cueros: no hay respiradores, no hay áreas de aislamiento,
son limitadas las áreas de terapia intensiva, etcétera.
En este momento no se le tiene miedo al virus, sino a la
pobre y raquítica infraestructura de salud que tenemos. Y eso no se va a
resolver cerrando negocios por adelantado.