(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El presidente Andrés Manuel
López Obrador comenzó ayer una gira por la “Ruta del Huachicol”, donde anunció
un plan de rescate económico para esa zona. “Ya no habrá excusa ni necesidad de
huachicoleo”, les dijo en torno paternal, no acusatorio.
En el marco de una serie de
críticas de opositores a su gobierno, que han venido resistiéndose a la
estrategia “antihuachicol”, y que le están endilgando la tragedia de
Tlahuelilpan, presentándola como un saldo negativo de su corta gestión, AMLO
decidió ir personalmente a la región donde más fugas clandestinas existen en
los poliductos de Pemex, para hacer una diferencia entre los que se robaban
desde dentro de la empresa lo equivalente a 1,200 pipas diariamente, y los que
llenan sus garrafones acopiando el combustible directamente de las fugas
provocadas en los ductos de la paraestatal.
Cierto que muchos deseábamos
que el gobierno federal se fuera a la yugular de los que incitaron el robo de
combustible en Tlahuelilpan y otros pueblos, en medio de la indignación por las
víctimas del estallido del ducto, registrado el pasado viernes 18 de enero.
Pero muy a su estilo, el
presidente de la República expuso: “Estoy hablando de la gente humilde, porque
los que se meten en este comercio negro no llenan recipientes de 20 litros,
llenan pipas; porque hay que diferencias, ahora ya no va a ser necesario llenar
el recipiente de 20 litros o ir a una toma clandestina a correr peligro; por
eso no queremos ya esa actividad”.
Ahí tienen los que querían ver
a AMLO castigando al pueblo, mientras los huachicoleros de cuello blanco se
escapan del brazo largo de la justicia.
En lo personal estoy en
desacuerdo con el presidente, desde que estaba en campaña, cuando decía que el
pueblo de México era “sabio y bueno”. Pero eso no fue lo que vimos el pasado
viernes ni a lo largo de esta negra historia del huachicol, sino a un pueblo
perverso y ladrón, totalmente réprobo, que ni siquiera se detuvo ante soldados
y policías armados. Ese pueblo es la entraña de traficantes de drogas,
tratantes de blancas, asesinos, secuestradores, descuartizadores y toda la
caterva de mafiosos que han infestado al país.
En lo corto vemos cómo los
padres que deberían estar avergonzados porque sus hijos están afuera matando
gente y asolando al pueblo, se ufanan de ello, se enorgullecen y más cuando sus
retoños les arriman harto dinero mal habido.
Por lo tanto, no podemos negar
que el pueblo no es bueno por sí mismo, y que ya está de tal modo corrompido
también, que desde hace mucho tiempo a lo malo comenzamos a llamarle bueno, y a
lo bueno malo. De ahí el éxito de los narco-corridos, por ejemplo, o el
surgimiento de mitos religiosos como Malverde, la santa muerte y ahora también
el Santo Niño Hachicolero.
Este pueblo bueno y sabio es
capaz incluso de inventarse un santo para adorarlo, ante el azoro de la iglesia
católica.
Hay en el fondo un doble
discurso, tanto de parte del gobierno como de parte del pueblo. Es como si
estuviéramos jugando al gato y al ratón: un pueblo bueno y sabio, maltratado
por un gobierno corrupto, despótico y nepótico. Una historia de buenos y malos.
¡Pero del pueblo sale todo!
Ya antes habíamos visto a la
gente de la “Ruta del Huachicol”, desafiante contra los uniformados, a quienes
incluso detuvieron y golpearon. A otros los amenazaron con quemarlos. ¿Es este el pueblo bueno y
sabio que decía el presidente?, nos preguntábamos.
Por eso es preocupante que el
presidente esté centrando su estrategia de seguridad en el Ejército y la
Marina, porque a fuerza de desgastarlos durante tantos años de guerra contra el
narco, la gente aprendió a verlos como soldados de palo, mientras que por otro
lado demandan seguridad y acusan al Ejército de no proporcionarla.
AMLO reiteró, sin embargo, su
decisión de combatir el delito de robo de combustible, mismo que en esa ruta
delincuencial va de la mano con asesinatos, trata, secuestros y más.
Es decir, que al combatir el
huachicol, AMLO dará también asestando un duro golpe a las bandas
delincuenciales que se nutrieron de esa actividad ilícita que, hay que aclarar,
aunque es grave, apenas representa 20 por ciento de las pérdidas de Pemex por
robo de combustible, pues el verdadero robo se comete desde dentro de la
empresa.
Pese a este acto de buena
voluntad del presidente, insistimos desde este espacio que la escalera se barre
de arriba hacia abajo. Y está bien que se le ayude a ese pueblo bueno y sabio,
pero que también se les advierta que de continuar con sus actividades ilícitas,
provocando tragedias como la que sucedió en Tlahuelilpan, se atengan a las
consecuencias, porque el gobierno debe hacer su trabajo, para eso fue electo,
no para apapachar a los que delinquen.
Tan sólo en Hidalgo siguen
funcionando 1,723 tomas clandestinas (eran 1,726) Y eso suponiendo que ninguna
más se agregó después del 1 de diciembre.