(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
La Guardia Nacional es el máximo logro del gobierno de AMLO
en este último año. Sus críticos dicen que no. Los ciudadanos decimos que sí,
por dos razones: porque por un lado, vino a desmantelar una corrupta estructura
policial, que venía desde la era panista. Y, por otro, quiérase o no, la
creación de la Guardia Nacional vino a acotar la directriz militar que se nos
impuso desde el gobierno de Felipe Calderón, aunque en realidad nunca se le dio
a las Fuerzas Armadas el marco legal que se requería para que sus acciones
fueran profundas. Y lo único que se hizo fue simular, contaminar a la fuerza
militar del país, y poner en riesgo a la nación.
¿Qué la Guardia Nacional es en sí misma una fuerza militar?
No, no lo es en estricto sentido. Su marco es civil, aunque muchos de sus
elementos provengan del ámbito militar, pero bajo un esquema, digamos, mixto.
No podía ser de otro modo, en un país en guerra. A lo que me refiero es que no
depende del mando formal de la Secretaría de la Defensa Nacional, ni de la
Marina Armada de México. La Guardia Nacional tiene su propio mando y no es un
solo hombre, sino que es un mando colegiado, con presencia de representantes de
soldados, marinos y civiles.
No soy experto en esto de los mandos militares, pero lo que
teníamos era una amplia participación militar, pero en estricto sentido
infructuosa, porque se limitaban a acciones de vigilancia y sus investigaciones
estaban reservadas sólo para efectos de inteligencia militar, pues el esquema
no es compatible con el sistema de justicia civil. De ahí que cuando una
persona era detenida, los militares la entregaban al Ministerio Público del
fuero común o del fuero federal, donde se decidía realmente su suerte. Y muchas
de las veces era salir libre a las pocas horas, previo pago de una jugosa
“mochada”.
Hay incontables denuncias que señalan a los militares en
acciones ilegales que, sin embargo, tampoco fueron investigadas, porque todo
era parte de un todo. Un juego de pirinola que iba dictando cuánto le toca
poner a cada quien, y en el que todos obedecían.
Con la llegada de López Obrador algo cambió ahí arriba, al
grado de que se habla de que hay malestar entre las Fuerzas Armadas. Primero,
se desmanteló el Estado Mayor Presidencial, un cuerpo de seguridad de élite,
para el presidente, sus familiares y los miembros de su gabinete.
Segundo, se desintegró a la Policía Federal, dándoles a sus
miembros la opción de integrarse a la Guardia, pero no en automático, sino
siguiendo un protocolo de certificación que es muy estricto, o bien dándole a
los policías otras opciones. Todos vimos recientemente las manifestaciones
ruidosas y hasta violentas de los uniformados federales, que no querían pasar por
el proceso de certificación, sino que exigían pase automático. Luego, cuando se
les dijo que no había marcha atrás, han estado saliendo a las calles de la
Ciudad de México, bloqueando avenidas e incluso el Aeropuerto Internacional,
exigiendo sus liquidaciones.
En resumen, el cambio de roles y esquemas está dando
resultados. Tal vez aún no se note a nivel nacional, pues nadie puede negar que
este año fue demasiado violento, con 28 mil 741 homicidios, contra 28 mil 125
de 2018 (2.1 por ciento más).
Además, los feminicidios también fueron al alza. En el
reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública,
se detalla que en lo que va del año se tienen contabilizados 833 casos de
feminicidios; esto es, 89 casos más que lo registrado en el mismo lapso, pero
de 2018.
Pero en Guerrero hay avances importantísimos y eso se debe a
la presencia de la Guardia Nacional, así como a la amplia apertura del
gobernador del estado, Héctor Astudillo Flores, para coordinarse y acatar las
estrategias que se dictan en la mesa para la construcción de la paz.
Estamos lejos de la paz, pero algo se está haciendo
diferente. Y por lo tanto, se tendrán resultados diferentes. Esa es la lógica.
Que no se pueden tener resultados distintos, si AMLO estuviera con más de lo
mismo.
Con todo, y pese a que en los demás rubros pudiera haber
retrocesos, insisto en que la Guardia Nacional es un tremendo logro, en un país
donde el Mando Único Policial nunca se consolidó como herramienta federal, y
los gobiernos estatales que lo intentaron también fracasaron.