(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El PRI va a su elección interna este domingo 11 de agosto.
Pero lo que se pensaba sería un acontecimiento histórico, será más de lo mismo,
y la verdad a nadie entusiasma, ni siquiera a los dirigentes en estados y
municipios, que saben que es un asunto arreglado. Luego entonces, se incumplen
las expectativas de los reformistas, quienes pusieron por lo menos 3
condiciones para que el partido se levante de su caída político-electoral de
2018.
La primera condición propuesta por los analistas es que sus
dirigentes priístas hicieran un acto de contrición ante la sociedad, por los
terribles casos de corrupción, dispendios, saqueos y abusos de sus gobernantes.
Esto incluye deshacerse de los ladrones, sea la talla que sea.
Pero ya esta primera condición no se cumplió. Enrique Peña
Nieto goza de cabal salud en España, a donde tuvo que regresar con la cola
entre las patas, luego de que le falló su retorno con su nueva novia, en
calidad de gigoló.
La segunda condición que se considera indispensable para la
recuperación del partido es el apoyo de los gobernadores. ¿Cómo así? Sí, que
estos tomaran una sana distancia del gobierno federal que encabeza el
presidente Andrés Manuel López Obrador. Al contrario, a muchos de ellos se les
ve de plácemes con el presidente, porque la triste realidad de todos los
estados es que dependen en su mayoría de los recursos federales, porque han
sido incapaces en sus estados de levantar la hacienda pública y de impulsar las
actividades productivas, industriales y comerciales.
Hay quejas de líderes políticos en torno a la actuación de
los gobernadores priístas, y los acusan de estar más preocupados en mantener su
presupuesto que en defender su posición política y de ideología.
Aunque, a decir verdad, ¿qué podrían decir los gobernadores
por el PRI? Ya pertenecer a él es una carga que todos los días tiene que cargar
y lidiar con las denuncias que se les hacen por todos los frentes.
Al contrario, en lo personal considero que los gobernadores
están obligados a sacar adelante sus gobiernos, en lugar de meterse a pelear
las calenturas de su partido, porque no lograrán mucho si los líderes insisten
en mantener el closet lleno de cadáveres podridos dentro.
En el momento en que comience la purga en el PRI, en ese
momento los gobernadores podrían comenzar a asumir liderazgos distintos, más
fortalecidos. Es decir, esto es un toma y daca.
Ahora los líderes priístas piensan que es como en el pasado,
cuando los que tenían el poder se encargaban de aceitar el partido con dinero y
programas sociales y de obras; y ciertamente lo están haciendo, pero ya no con
la misma libertad, ni tampoco con el mismo efecto.
Por ahora, cada gobernador se pertrechó en sus trincheras, y
lo que les importa es conservar sus territorios, como lo vemos en Guerrero,
donde Héctor Astudillo está haciendo su
trabajo, pero pensando hacia dentro, no hacia fuera. Primero, porque la
entidad es lo inmediato; segundo porque defender al PRI nacional sería gastar
pólvora en infiernitos.
Así sucedió cuando el PAN triunfó en el año 2000. Mientras
la dirigencia nacional se puso de pactos con el panismo de Fox y Calderón, para
mantener a la izquierda a raya, los gobernadores –ya sin un priísta sentado en
Los Pinos- hicieron de los estados verdaderos principados de poder, y ahí
comenzó de hecho la gran corrupción que distingue a los mandatarios estatales
de los últimos dos sexenios.
Para 2009, el tercer año del gobierno de Calderón, desde los
estados comenzó la recuperación del partido. Y fueron los gobernadores los que
lo lograron, pues de las entidades salió el dinero para campañas de todos los
niveles, culminando con la de Enrique Peña Nieto en 2012.
¿Cuánto se tiene a la mano? Aritméticamente, mucho: 35 de
cada 100 mexicanos son gobernados por el PRI, pues aún conserva 12
gubernaturas, pese a que en 2018 perdió todas las gubernaturas que se
disputaron, y en las elecciones extraordinarias de este año perdió o tras dos
más. También perdió las principales ciudades capitales.
En cuanto al poder legislativo federal, únicamente cuenta
con 47 diputados y 14 senadores.
Pero en política nada está perdido, aunque sí hay requisitos
para repuntar. 2021 es la nueva cita. Y esta elección es precisamente el
parteaguas para el PRI, ya que se juegan 8 de las 12 gubernaturas que todavía
tiene en su poder, Guerrero entre ellas. Si falla en esta fase, para 2024 el
PRI será un partido enano, tan enano como ahora lo son el Verde, MC y el PT.