(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Hablemos ahora de Morena, partido que también va por el
cambio de su dirigencia nacional, actualmente bajo la enagua de Yeidkol
Polevnsky, quien ya tiene rato que anda de la greña con el senador Ricardo
Monreal, y a quien le arrebató la candidatura para el gobierno de Puebla.
Por decisión del Consejo Político Nacional, el partido
lópezobradorista ordenó el cambio de dirigencias mediante un proceso interno
democrático.
¿Cómo será? La convocatoria se lanzará hasta el 18 de
agosto; y, sin embargo, los aspirantes a la presidencia nacional ya asomaron la
cara. Incluso, ya están en campaña mediante redes sociales. Tal es el caso del
diputado federal Mario Delgado, quien este domingo puso en marcha su precampaña
a escala nacional, con un llamado a la unidad, a finalizar las rencillas
internas entre facciones, y a trabajar para hacer realidad el proyecto de la
Cuarta Transformación del país, que enarbola el presidente de la República.
Diría José José, “lo dudo”.
Morena está en un peligroso momento no sólo a escala
nacional, sino sobre todo en los estados y municipios, donde ya se decantan
cacicazgos tanto o más dañinos que los que vimos con el PRD y con el PRI. ¿Por
qué? Porque por alguna razón son mucho más reactivos y virulentos, cobijados
con el halo de incorruptos. “No mentir, no robar y no traicionar”, es su
bandera. Pero sobre todo comenzaron por traicionarse entre sí; y si eso hacen
dentro, ¿qué podemos esperar los de fuera?
En Costa Grande, por ejemplo, fuimos testigos del nacimiento
del PRD y el levantamiento de sus liderazgos, a los cuales la sociedad
respaldó. Pero cuando llegaron al poder, realmente resultaron insufribles: muy
chicharroneros (por aquello de que aquí nomás mis chicharrones truenan),
altamente sensibles a la crítica, vengativos, políticos boxeadores (propensos a
subirse al ring ante cualquier provocación). Comenzaron igual que los morenos,
a traicionarse, robarse y mentirse entre ellos, y se daban hasta con la cubeta.
Formaron grupos, llamadas tribus, que usaron para perpetuarse en el poder,
saltaban de un cargo a otro, sin permitirle a la base ascender. Y así hasta
entregar el partido a intereses espurios, y se lo tragaron.
Habiéndose formado en el escenario de la denuncia y la
confrontación de la oposición, a los perredistas se les olvidó que una vez
llegados al poder su comportamiento debía ser otro, pero se convirtieron en la
perra brava del pueblo, que siendo tan brava desconoció hasta los de casa.
En aquellos años de finales de los 90 y principios de este
milenio, la clase política surgida del PRD tardó en darse cuenta que una cosa
es estar del lado de la oposición social, y otra cosa ser gobierno.
Dice Paco Ignacio Taibo II, que Morena se está perredizando.
Pero en el caso de Morena, la cosa apunta a algo mucho peor. Lo decimos en
serio. Basta ver las rebatingas, pleitos y enemistades irreconciliables entre
los morenistas de Guerrero, para darnos cuenta de que el hombre como ser
político es un caso perdido. No hubo ni un momento de luna de miel entre ellos.
Si a los del PRD les duró poco el gusto, con los de Morena el gusto ni siquiera
comenzó. Todo fue un vil acomodo de intereses, que ahora ya están muy bien
definidos.
Realmente nos están quitando un tipo de cacicazgo para
ponernos otro, pero mucho más sensible y rijoso. Mucho más duro y peligroso.
Mucho más desconfiado y vengativo. Y también mucho más propenso a la
corrupción.
Veamos si no el caso del fertilizante, donde se tuvo el
descaro de contratar a Agrogen, la empresa que los Figueroa se mandaron a hacer
como traje a la medida, cuando se inventaron el programa del fertilizante
gratuito. Así fue cómo este clan absorbió los recursos públicos del estado y
municipios durante 25 años.
Pero el cambio de gobierno no los afectó. La denuncia ahora
es que no hubo cambios, sino que se reanudó el trato con los creadores del
programa. Y, sobre todo, que se trajeron abonos importados de países asiáticos
de muy baja calidad, para ahorrarse unos 60 millones de pesos en conjunto, pese
a que gastaron más que lo que normalmente se gastaba.
Conclusión: Morena no es López Obrador. Al contrario, el
partido puede tragarse al presidente y desbarrancar la Cuarta Transformación,
si la elección interna que están convocando no surte el efecto deseado. Al
tiempo.