(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Este domingo celebraron la tercera marcha fifí en contra del
presidente Andrés Manuel López Obrador. Pero a diferencia de la primera y la
segunda, en que prácticamente se declaró un rotundo fracaso, en esta ocasión
los marchistas fueron más, como también fueron más consistentes sus reclamos.
Exigen al presidente López Obrador que modifique sus
políticas públicas, sobre todo lo relacionado con la austeridad, que está
golpeando a las pequeñas, medianas y microempresas, que está boicoteando la
generación de empleos, y que está impactando negativamente en los índices de
crecimiento.
Para los ciudadanos de a pie, estos argumentos son reales y
más que válidos. Nadie que no tenga un pequeño negocio puede decir que todo le
va viento en popa. Sabíamos que el cambio sería duro, pero no nos dijeron qué
tan difícil resultaría; y, sobre todo, no nos dijeron que la política de
austeridad sería la bandera de otros funcionarios para desembarazarse de
compromisos.
El caso es que a pesar del discurso del presidente de la República, la casta de privilegios
continúa. Sigue la corrupción y no hay hasta el momento ningún personaje del
viejo régimen en la cárcel. Aunque se tiene el caso Lozoya, que por sí mismo es
escandaloso, está lejos de ser lo más importante y más bien parece –como dice
su abogado-, un chivo expiatorio, y la pantalla para cobijar a muchos otros que
se hincharon los bolsillos y las cuentas del erario público.
Es decir, que es muy escasa la cosecha para tan grande
sacrificio del pueblo, que por un lado ve una economía paralizada, la gente no
tiene recursos, los gobiernos municipales y estatales alegan recortes, y el
caso es que las obras y servicios gubernamentales, que cada año reactivan la
economía local, este año se están retrasando.
Posiblemente eso es algo deliberado, para echarle toda la
frustración social a las espaldas de AMLO y su partido, como lo estamos viendo
en el caso del fertilizante. Pero también es verdad que el gobierno federal,
los secretarios y delegados, están haciendo las cosas de mala manera, usando a
los servidores de la nación como alfiles, por un sueldo de 200 pesos diarios.
Todo esto contrasta con la noticia de que se les dará apoyo
a los migrantes, y que se están gestionando 40 mil empleos para ellos en las
maquiladoras del norte del país, mientras que para los mexicanos hay recortes y
malos modos.
Entre tanto, los programas sociales se topan con una
sociedad corrupta –porque la verdad es que estamos lejos de ser el pueblo bueno
y sabio que dice el presidente-, profundizando el problema de escasez. El
programa diseñado para rescatar a los que no estudian ni trabajan, tiene
grandes lagunas que están aprovechando la mayoría de los beneficiarios para
tener dinero, pero sin cumplir con las metas del programa, y un largo etcétera.
¿Qué sigue? Es arriesgado decirlo, pero sin duda que con
AMLO se cumple la máxima de que el ejercicio del poder desgasta. A seis meses
de que inició su gestión, las marchas “fifís” ya no son sólo de ricos, ya no
son tan fifís, y no tarda y nos veremos mezclados fifís y chairos, exigiendo
resultados.
Hay un clamor de la gente que votó por Morena, que no sólo
no ha visto cambios, sino que está sufriendo las consecuencias del proceso de
sentar las bases de la cuarta transformación.
Sobre todo en cuanto a la prensa, se nos ha satanizado al
máximo, y se está priorizando a los youtuberos y blogueros, quien tienen como
objetivo desmenuzar todos los mensajes de la oposición y deslegitimarlos.
Se le olvida a AMLO y a su gente, que en sus tres campañas
la prensa de pueblo, como la nuestra, fue fundamental para dar a conocer su
proyecto de gobierno, y obviamente sin dinero de por medio. Sus giras fueron
cubiertas por ser información, y ningún peso se le cobró por eso, sino que los
medios absorbieron todos los gastos correspondientes a la cobertura.
Creo que están confundiendo la amnesia con la magnesia, y de
eso se están valiendo los gobiernos locales, para hacer lo propio.
No le conviene a nadie que se desmantele la prensa tradicional.
Sabemos que a nivel nacional hay pulpos que sí deben ser desvezados, como las
televisoras, las redes de radio, algunos periódicos y sobre todo los opinadores
profesionales, que cobraban por opinar todo a favor, para lo cual hicieron
empresas y consorcios de comunicación.
Pero no es el caso de la prensa de pueblo, lo que nosotros
llamamos medios alternativos, que en su momento cumplieron con su función de
democratizar zonas de nadie, regiones y estados en poder de cacicazgos añejos y
duros, incluso pagando el precio por ello.
Inicia julio y la gente comienza a perder la calma. El
presidente hoy festeja su triunfo, su partido también. La oposición marchó
ayer, todavía en menor número, pero los analistas ya observan un creciente
descontento social.