(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Resulta extremadamente chocante la hipocresía de la
oposición de este país, con relación a la negociación que logró el gobierno
federal para conjurar la amenaza de imposición de aranceles sobre todos los
productos de exportación de este país.
A diferencia de los empresarios, que saben que están en sumo
peligro, en un sándwich político internacional, los priístas, panista y
perredistas se desgarran las vestiduras porque el gobierno de Andrés Manuel
López Obrador echó mano de lo que pudo para contener la ira de Donald Trump, y
que es algo menos dañino que lo que ellos hicieron.
Que nos digan, por ejemplo, Felipe Calderón Hinojosa con
quién pactó y a qué precio comenzar desde el inicio de su gobierno una guerra
contra el narcotráfico, que nos metió en la noche más oscura de nuestra
historia, que ha tenido muchos “daños colaterales” –como en su momento él
minimizó los estragos-, y a cambio de lo cual recibió miles de millones de
dólares vía la Iniciativa Mérida, la cual AMLO ya dio por cancelada.
Que nos diga Vicente Fox Quezada a cambio de qué pactó con
El Chapo Guzmán su escape de la Cefereso de Puente Grande, Jalisco, casi al
inicio de su gobierno.
Que nos digan los gobiernos que han estado en Los Pinos,
desde Carlos Salinas de Gortari a la fecha, a cambio de qué hicieron pactos tan
onerosos con el vecino país y otros organismos internacionales, para
desmantelar el Estado Mexicano, adelgazarlo y entregar nuestros recursos al
libre mercado, desatando en el país la más vergonzosa etapa de corrupción,
impunidad y saqueos que tuvieron su máxima expresión durante el gobierno de
Enrique Peña Nieto, el cual encabezó el retorno del ex partidazo a Los Pinos,
pero sólo para demostrar que los hijos del “nuevo PRI”, eran peores que sus
antecesores.
Salvar la dignidad y la cartera no siempre se puede. Algo se
debe conceder en un proceso de negociación se debe optar por un mal arreglo, en
lugar de un buen pleito.
Ni siquiera imaginamos lo que estaríamos hoy viviendo si se
hubiese concretado la imposición de aranceles. El presidente hizo lo que pudo,
en un ambiente político hostil, en un país dividido por la violencia, y con una
clase política que busca tomar aire de cualquier tubo, a raíz de su desastrosa
derrota.
Coincidimos con el líder de la Coparmex de la Ciudad de
México, Jesús Padilla Zenteno, que reclama que el presidente encabece un
diálogo constructivo para evitar que se concrete la incertidumbre económica que
se vivió la semana pasada, y que propició que la moneda mexicana perdiera lo
poco que había recuperado en los últimos seis meses.
¿Qué pretende la oposición? Y, sobre todo, ¿dónde están
aquellos patriotas que le dieron el espaldarazo al presidente de la República,
cuando sentían la lumbre en los aparejos, pero que hoy lo apuñalan? Vergonzosa
actitud de estos hombrecitos, cuyo único objetivo es aprovechar la coyuntura de
debilidad política del gobierno federal, pera llevar agua a su molino, y
erigirse ante la población como los prohombres del país, defensores de los
derechos humanos de los migrantes, ellos, en cuyos gobiernos el nivel de
deterioro de los derechos humanos de los mexicanos fue tan grave, que
prácticamente llegamos al nivel de genocidio.
De verdad que dan pena ajena. Vergüenza y preocupación.
Nos preguntamos, ¿qué habrían hecho ellos, en caso de estar
en los zapatos de AMLO?
Ni siquiera hubiera sido necesario un diferendo
internacional, porque lo que ellos acostumbran es a firmar pactos en lo
oscurito con Washington, y a nosotros nada más nos sorprenden con sus políticas
dizque revolucionarias y de vanguardia. Así nos pasó cuando Felipe Calderón se
puso la casaca militar y le declaró la guerra al narcotráfico, siendo ésta una
actividad que le favorece al país, por cuanto somos o bien un país productor, o
bien un país de tránsito, pero no un país consumidor, al menos no en la medida
que tiene la sociedad estadounidense.
¿A quién le correspondía declararle la guerra a sus propios
narcos? A los que se quedan con la máxima ganancia del mercado ilícito de las
drogas, y esos están en Estados Unidos.
La guerra contra el narcotráfico en México sólo sembró de
muertos el país, sirvió para que el país vecino vendiera sus armas, y de paso
reguló el mercado negro de otras naciones que le surten droga a la insaciable
sociedad estadounidense. Por ejemplo, hoy ya no quieren cocaína ni heroína,
sino que quieren fentanilo, una droga sintética potente y barata que viene de
Asia. De hecho, los cárteles mexicanos ya cambiaron de negocio y en lugar de
producir amapola en el país, se están dedicando al tráfico de fentanilo,
llegado a los puertos desde el otro lado del Pacífico, de acuerdo con estudios
de las autoridades federales. En esto radica la crisis de la Sierra, donde se
dice que la gente ya no puede vender sus cosechas, porque el precio de los
derivados de la amapola se cayó.
Por lo tanto, estos seudo-patriotas más les vale que cierren
el pico. Sabemos que sus intenciones son retornar al poder, pero a costa del
mismo pueblo, porque piensan que en la guerra y en el amor, todo se vale. Al
fin que el pueblo aguanta.