(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
El Tianguis Turístico Acapulco 2019 quedó ayer inaugurado
por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien después
de intercambiar con el gobernador Héctor Astudillo algunos halagos –que en
política no son casualidad para nada, y que tampoco son gratuitos-, enfrentó
las exigencias de los hoteleros en cuanto a la inversión destinada a la
publicidad y difusión de los destinos turísticos del país.
Y es que desde que desmanteló el organismo público
descentralizado que se encargaba de esta tarea, el plan es que en el exterior
las embajadas y consulados se encargarán de la tarea de promover las bellezas
turísticas de México, mientras que la Secretaría de Turismo (Sectur), podrá contratar
los servicios de una empresa particular para diseñar algunas campañas
generales, y también para encargarse de la participación de México en las
ferias internacionales, pero nada más.
Este esquema no convence a los prestadores de servicios
turísticos, quienes ayer demandaron que se destine medio punto porcentual de
los ingresos anuales por concepto de turismo al país, y que suman 125 millones
de dólares anuales, algo así como 2,375 millones de pesos, si tomamos el tipo
de cambio de 19 pesos por dólar.
Esa inversión parece excesiva, pero no lo es considerando
que la industria sin chimeneas es la tercera en cuanto a aportación del
Producto Interno Bruto Nacional, sólo debajo de Pemex y las remesas de los
migrantes.
Pobre México, que teniendo tantos recursos naturales, tantas
minas y bosques en sobre-explotación, tenga estas fuentes de ingresos tan
dispares. Por un lado, Pemex, que de ser la principal fuente de ingresos para
el sostenimiento del gobierno federal, los estados y municipios, desde hace
tiempo ha sido superada por la aportación de los braceros, gente pobre que se
va a vender su mano de obra a los Estados Unidos. Y de ahí, el Turismo, que
también está subdesarrollado, salvo algunos lugares que a su vez están rodeados
de pobreza, devastación ambiental y violencia.
Si algo distingue a lugares como Acapulco,
Ixtapa-Zihuatanejo, Cancún y todos los desarrollos turísticos del país, son los
cinturones de miseria formados por gente que se aglutina en busca de trabajo, y
que propician el crecimiento desordenado de las ciudades, pero que a su vez
demandan de las autoridades locales los servicios básicos.
El presidente de la Asociación Nacional de Cadenas
Hoteleras, Luis Barrios Sánchez, trató de convencer a AMLO de mantener la
inversión en publicidad y difusión, apegándose al refranero popular. “Usaré
frases pegajosas como las que usted usa, presidente AMLO, con todo respeto: El
que no anuncia y no enseña, no vende. Apóyenos”.
Pero el presidente insistió en que su proyecto a corto plazo
es levantar las zonas pauperizadas de los destinos turísticos para crear
algunos equilibrios, pues actualmente tenemos las lujosas zonas turísticas,
contrastando con las colonias pauperizadas. Y eso, dijo AMLO, también es
promoción.
Asimismo les prometió brindar seguridad en los destinos de
recreo, y eso también es promoción.
Y tiene razón el presidente, pues en la medida en que se
recupere la seguridad de lugares como Acapulco, Ixtapa-Zihuatanejo y otros
destinos emergentes del estado y del país, en automático los visitantes volverán,
como es el caso de los spring brakers, quienes precisamente para el periodo de
las vacaciones de primavera acudían en masa a nuestras playas. Pero desde 2011
se alejaron completamente, y los promotores de este tipo de turismo lo movieron
para Cancún y otras partes del mundo. Aunque se hicieron esfuerzos en el
gobierno estatal por recuperar a este sector juvenil de visitantes, lo cierto
es que ha sido imposible, sobre todo por las constantes alertas que emite el
gobierno estadounidense en contra de Guerrero y centros de recreo.
Algo similar sucedió con el turismo de cruceros, que de
tener cientos de arribos al año, se desviaron y sólo unos cuantos hacían
tierra. Este tipo de segmentos turísticos no se han podido recuperar, pese a la
costosísima promoción internacional.
Y es que seguir promocionando los puertos de México, sin
mejorar la seguridad, será como echar dinero a un barril sin fondo.
Consideramos que una vez que se logren los objetivos de
seguridad y urbanismo, que son básicos, podrá pensarse entonces en dar el
siguiente paso, que es promover las bellezas naturales del país, sin problemas.
Eso es distinto a forzar la llegada de turistas, creando el
turismo de circuito cerrado, y que se refiere a visitas de negocios,
convenciones y otros eventos, pero que no salen de los hoteles, por miedo a la
inseguridad. Así ha estado sobreviviendo Acapulco, y ni siquiera por eso los
destinos anexos se han beneficiado.
No olvidemos que estamos en una fase de reconstrucción del
país, en todos sus sectores. Y que cuesta más reconstruir que hacer algo nuevo.
Será algunos años de espera, pero sin duda vale la pena.