(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Con la aprobación, en lo general, del dictamen que faculta
la reforma constitucional para autorizar la consulta popular y la revocación
del mandato, se generó un debate infundado de parte de la oposición, que
recurrió el petate del muerto para afirmar, igual que los empresarios, para
afirmar que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, busca
la reelección de manera tramposa, pues el aparecer en una boleta dentro de dos
años, en las elecciones legislativas intermedias de 2021, sería parte de ese
plan.
Este fin de semana, el presidente aclaró: “No me voy a
reelegir, no soy un vulgar ambicioso (…). Voy a servir, si lo decide el pueblo,
6 años y a finales de 2024 termino mi mandato”.
¿Qué es entonces lo que les preocupa si, al contrario, el
presidente les está poniendo en charola de plata un instrumento que podrían
usar incluso para desaforarlo? Una vez aprobada esta reforma –a la que todavía
le falta el visto bueno del Senado y el respaldo de los congresos estatales-
bastará que se arme un buen tinglado por cualquier cosa, apoyado por gobiernos
y capitales extranjeros, para que el presidente sea defenestrado e, incluso,
encarcelado, como está sucediendo en Brasil y otros países del planeta.
Los partidos de oposición, en realidad, no reniegan de la
revocación de mandato, sino que le tienen miedo a que la popularidad de AMLO
los reduzca al mínimo en 2021. Y eso lo veremos en las elecciones de este año,
donde AMLO no estará en la boleta, y la gente de su partido tendrá que competir
en igualdad de circunstancias con sus opositores, sin tener el Efecto Peje
directamente.
Muchos morenistas saben que nunca hubiesen ganado el cargo
que ostentan, sin la popularidad de López Obrador, sobre todo en Guerrero,
donde la mayoría de los alcaldes electos por este partido, así como la inmensa
mayoría de los diputados, no son propiamente de Morena; es más, ni siquiera se
han registrado al partido, y han
preferido mantenerse como externos.
Al paso de los días, muchos alcaldes y diputados de Morena,
ya demostraron que no por estar en este partido son garantía de algo, pues se
trajeron las mañas de sus partidos y como tal gobiernan; sólo utilizaron el
nombre de AMLO para ganar.
Por lo tanto, eso de la reelección es un débil argumento que
nadie cree, pero que es lo único que se le ocurre a una impávida oposición, que
no tendrá más opción que aliarse en el Senado, para tratar de detener éste que
es el segundo intento por instituir las consultas ciudadanas –a las que además
tenemos derecho como sociedad, por cierto- y la revocación de mandato, con lo
que se busca debilitar el presidencialismo a ultranza que se ejerce en México,
país en el que sus mandatarios acumulan más poder que cualquier otro gobernante
del mundo democrático, incluso de aquellos que aún conservan la realeza.
Simplemente, la Constitución Política Mexicana le otorga al presidente de la
nación un poder incalculable, al ser también el comandante en jefe de las
Fuerzas Armadas, y primer líder de su partido político, con lo que pasa también
anular al Poder Legislativo y al Poder Judicial, cuyos nombramientos también
dependen de él, o de la estructura que él arme.
No importa qué haga un presidente en México, no hay manera
de pedirle cuentas ni de llevarlo ante los tribunales, mucho menos de revocarle
el mandato. Lo peor es que ni siquiera se le puede llamar a cuentas una vez que
dejó el poder, contrario a lo que sucede en otros países.
Lo que creemos la mayoría de los ciudadanos es que la
revocación es una buena herramienta para liberarnos de mandatarios nefastos
-incluyendo a gobernadores, y eso debería alegrar a los opositores, porque
tendrán aun presidente acotado por la propia Constitución.
Luego entonces, lo que le pesa a la oposición es que AMLO esté
en el juego electoral en 2021, pretextando una consulta pública hacia su
gobierno, aún con lo que esto implica: que si el pueblo vota por el NO, tendría
que deponer el cargo.
Pero parece AMLO muy seguro de su popularidad, que en este
momento está al tope, con más de 80 por ciento de aprobación. Es decir, que si
en la elección votaron por él más del 50 por ciento de los mexicanos inscritos
en el padrón electoral, a estas alturas, a 3 meses y medio de que comenzó su
gobierno, 80 de cada 100 ciudadanos de este país aprueban su gestión y no sólo
eso, sino que lo consideran el tercer mejor presidente del mundo entero, y el
mejor de América.
Por lo tanto, no tiene miedo a que en 2021 le digan que se
baje del caballo, o que si no puede que renuncie. La oposición, que buscaba
debilitar al lópezobradorismo en la primera mitad de su gobierno, sabe que no
lo logrará. Y lo peor es que todavía faltan muchas cloacas que destapar.