Opulencia, despilfarro, exceso… pero pocos nombres

En menos de dos meses, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha exhibido la opulencia que en el servicio público se aprovechó a cargo, naturalmente, del erario.

Más allá de sus formas –para muchos cuestionables, e inclusive, desproporcionadas—desde el 1 de diciembre pasado el país se ha encontrado frente a una galería de excesos, comodidades y despilfarros imposibles de justificar.

En muchos sentidos, la opulencia con que se atendían los gobernantes se había tornado normalidad, pues en un país que ha vivido bajo un presidencialismo de contrapesos menores –hasta hoy— nadie entre la clase gobernante parecía dispuesto a señalar lo que a final de cuentas les beneficiaba a todos.

El espectáculo inició con la apertura de la residencia oficial de Los Pinos al público, con sus estancias palaciegas, su diferentes casas y salones, que aun con su desmantelamiento –por cierto, hasta hoy no explicado–, son testimonio de la vida de lujo para los gobernantes de un país donde la pobreza crece año con año.

Siguió con la exhibición del avión presidencial y sus amenidades, lujo llevado a marmóreas superficies, donde no había juegos de sala sino juegos de tronos acojinados y alcoba presidencial.

En su expresión más reciente, la revelación el pasado martes 29 del parque vehicular que tenía a su cargo el Estado Mayor Presidencial, se ha convertido en motivo de asombro, con sus vehículos de lujo, Audi y BMW, de blindaje especial y millonario costo; con sus decenas de camionetas que solían verse en caravanas de achichincles a los que se les facilitaba el paso o bien, de su extraño inventario de tractores, tractocamiones y motocicletas.

Aun falta por conocer la flota aérea del gobierno federal que se rematará en marzo.

Aun así, la exhibición adolece de nombres de los usuarios; de los beneficiarios concretos de esos excesos. Por ejemplo ¿en cuál casa vivía Peña Nieto? Quiénes usaban los vehículos de lujo? Conoceremos las bitácoras de vuelo para determinar cuándo estuvieron al servicio personal y familiar la alta burocracia?

Es asunto necesario porque, entre otras razones, lo pendular de la política hace renacer hasta los peores, que ahí está el matrimonio Calderón-Zavala presto a construir un nuevo partido; porque quienes no han llegado a la Presidencia se reconfiguran en otros cargos de elección popular y, sobretodo, por un sentido mínimo de derecho a saber en qué y por quién se usaron los bienes de la nación.

Lo tangible importa. Justo ayer se dio a conocer por el propio López Obrador que el director del Infonavit ganaba 700 mil pesos mensuales, una cantidad que rebasa toda noción salarial.

Si nos atenemos al desarrollo de estos meses fue en eso, los salarios, en donde inició el recuento de exhibición de excesos, pero nunca como hasta ayer se había mostrado el rostro feo de la indolencia con ese volumen de dinero ni en un área tan sensible para la población.

Escribo sensible porque Infonavit es la única alternativa para la clase trabajadora de adquirir una vivienda, aun en las condiciones persistentes de precarización de los derechos sociales.

“Los puntos” de Infonavit son objeto de broma constante; su tasa de interés y condiciones de crédito están diseñadas para no perjudicar la competitividad de los intereses leoninos que imponen los bancos privados, beneficiarios a su vez de los programas para combinar recursos… y aun así, cuando mucho alcanza para una vivienda mínima, en un sector apartado y con materiales de baja calidad.

Falta mucho por saber y es necesario saberlo con nombres. La sola revelación del salario en Infonavit ofende y, en este caso, es posible ponerle cara: la del priista hidalguense David Penchyna, un nombre que no se debe olvidar dado que con su ostentación impune ofende la desgracia de millones de mexicanos. Como él, faltan más, muchos más.

SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Resulta imposible no revisar lo que está sucediendo con el programa de Fertilizante, que a partir de este año pasa a ser de jurisdicción nacional. Primero, porque el gobierno federal, léase Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), determinó en diciembre pasado nominar a Héctor Manuel Popoca Boone para conducir este programa, y consumar su traspaso del estado a la federación, lo cual pasa forzosamente por la revisión de los padrones y el saneamiento de la corrupción que es inherente desde los inicios a este programa, que comenzó como un incentivo estatal para los productores, pero que durante el gobierno de René Júarez Cisneros, precisamente con Popoca Boone como secretario de Desarrollo Rural en Guerrero, le fue transferido de manera arbitraria a los ayuntamientos, pese a que estos no reciben una partida específica para ese asunto, razón por lo cual comenzaron a echar mano de los dineros del Ramo 33, que viene etiquetado por la Federación para obras sociales.

Hemos dicho que nadie fue capaz de revertir esta arbitrariedad. Al contrario, cada gobernador a partir de entonces dejó hacer y dejó pasar, condenando a los municipios y sus comunidades a un terrible rezago en su desarrollo.

Poco a poco, sin embargo, se fue cerrando la pinza. A la llegada del gobierno de Enrique Peña Nieto, la Sedesol revisó los tremendos rezagos en materia de desarrollo humano en Guerrero, y llegó a la conclusión de que esto se debía a que los recursos del Ramo 33 se estaban desviando. La titular de la dependencia, Rosario Robles Berlanga, intentó por todos los medios prohibir el uso de esos dineros para la compra de fertilizante, pero la presión política del gobierno estatal, con Ángel Aguirre Rivero como gobernador, así como los presidentes municipales y partidos de la entidad, impidió el cambio.

Finalmente, en 2017, cuando el gobierno de Peña Nieto hizo una revisión de los programas sociales y de desarrollo, y eliminó muchos de ellos, algunos por ser innecesarios, otros por no haber dado resultados y otros más porque duplicaban el esfuerzo de diversas secretarías. Así fue que se eliminó el programa “Huerto Familiares” de la Sedesol, el cual utilizaban los presidentes municipales para justificar el desvío de recursos del Ramo 33 a la compra del fertilizante.

Con la llegada de AMLO, el gobernador logró que el presidente de la República centralizara el programa, y para este año se etiquetaron 650 millones de pesos (de los 1,200 que en realidad gastaban estados y municipios). Eso fue el acabose, porque por todos lados hubo presión para que se incrementara la cantidad etiquetada por los diputados federales, y el problema lo enfrentó Popoca Boone, a quien responsabilizaban de la caída de la inversión. Él explicó en su momento que los alcaldes compraban el fertilizante con un sobreprecio de 40 por ciento. En realidad eso fue lo último que declaró, antes de saberse que había sido quitado del programa.

Con el nombramiento que le fue otorgado 28 de diciembre de 2018, vía oficio (el cual fue expedido por la oficina del secretario del ramo y firmado por el mismo titular de la dependencia, el doctor Víctor Manuel Villalobos Arámbula), Popoca Boone comenzó a moverse, con el objetivo de consolidar la transferencia de este programa a la federación, y de inmediato anunció la revisión de los padrones, algo que siempre se ha prometido pero que nunca se ha hecho en realidad.

Anunció Popoca Boone que el programa sería de distribución directa a los campesinos, sin la intervención del gobierno estatal ni de los presidentes municipales, y que las compras de los insumos se harían a través de dos empresas federales que se crearían para ello. Además, comenzó a realizar asambleas comunitarias y ejidales en la Tierra Caliente, región a donde el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, acudirá el 8 de febrero para marcar el arranque de este programa.

Pero el nombramiento de Popoca Boone fue impugnado por organizaciones afines a Morena –incluso connotados experredistas revestidos ahora de morenistas- así como por agrupaciones agrícolas ligadas al PRI. Le escupían en la cara sus antecedentes como servidor público y figura política, ligado al renejuarismo.

Bueno, ese prurito de morenistas y la presión de los priístas, por fin hizo agua. Lograron su objetivo, pues removieron a Popoca Boone para nombrar a un fuereño priísta al frente del programa de fertilizante. Se trata de Jorge Gage Francois, excoordinador de Ramas de Producción y Negocios de la Confederación Nacional Campesina (CNC), una organización de productores agrícolas ligada al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Pero esto no es lo más grave, sino el cambio de estrategia. De antemano se cancela la revisión del padrón y la construcción de uno nuevo. Se suprimen las asambleas comunitarias, que estaban siendo avaladas por la SADER, y se anuncia que para el reparto se utilizará el padrón que ya tiene la Sagadegro, cuyo titular es Juan José Castro Justo, así como el padrón del programa Procampo, ahora conocido como ProAgro.

Evidentemente hubo mano negra para revertir todo el proceso que ya había encaminado Popoca Boone, con base en las nuevas reglas del programa.

¿Así o se los envuelvo?

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